Cuando tu te hayas ido

CUANDO TÚ TE HAYAS IDO

Sé que la muerte sube por el parque, desde hace años ella tiene una cita conmigo, en este sitio, a esta hora, en esta soledad y con mi silencio. Le había dicho que venga, sin temor, pero ella, la necesaria, tiene la costumbre de esconderse de modo que debe de estar tratando de sacarle el cuerpo a los transeúntes, escondiéndose detrás de cada árbol, e intentando no enredarse en los rosales.

La pobre es muy ingenua, a esta hora ya casi nadie pasa por la calle, y ella podría venir sin que la vieran, como le gusta cuando se percata que se acerca a la víctima.


       Ahora mismo lo hará porque sabe que aquí estoy yo esperándola.

Yo, que me burlé de ella tantas veces y que supe tantas veces también que con ella el asunto iba en serio, sé que llega, sé que ya viene subiendo por algún lugar.
¿Tendré que ponerme linda?
       Tal vez no, porque esto no es una ceremonia, porque esta fiesta es entre ella y yo sin invitados, cuando se siente frente a mí, cuando me pregunte por mi vida y mi equipaje, le diré que me espere y entonces como lo hice no sé cuántas veces contigo, iré al peinador para mirarme al espejo, solo allí sabré si ese que creo ser yo, sigue siendo yo o es otro distinto.
       Siempre volví a la mesa donde me esperabas con la sonrisa de no haberme ido, pues hoy no lo sabré a ciencia cierta, es posible que ese que soy sea otro, y mientras mi nuevo yo vuelve a la ceremonia, yo regrese al mundo, a las calles, para seguir haciéndolas como siempre de cansancio o de tedio.
       Tal vez el mundo que fue mi vida, siempre que quise ser de cualquier parte, siempre que volví al mar o a otro sitio, comprobé que estaba atado a estas puertas y a estos rincones, y solo supe que era yo en medio del desatado viento de la soledad y de la corte de los milagros que es cada esquina de las vigorosas malas costumbres y miserias que todos exhibimos, llenos del duro oficio de vivir, que se convierte en el vaporoso oficio del vivir nuestro de cada día.



       Yo soy alguien de aquí, de estas ventanas, que se abren sobre las nubes, de estos soles fríos, de estos aguaceros torrenciales, de estas gentes que van como turbiones sin destino.

Aquí hice mi vida, aquí luche por la libertad de ser de otra manera, aquí vencí, aquí terminé por ser vencido, estoy solo en mi trabajo silencioso, ni tu ni nadie quisieron entender de qué se trataba, se trataba de poner las cosas en su sitio, de no dejarse vencer por las malas costumbres, por los gestos de las personas indecentes, por la inmodosidad, por los malos hábitos.

       De eso se trataba, de romper el aire con el aire, las palabras con las palabras, el amor con el amor y la verdad con la vida, se trataba de conocer de que cada silencio tiene su melodía, y que cada vida su muerte.

       De eso se trataba, le diré ahora cuando llegue, cuando abra la puerta, cuando se siente frente a mí, y me eche sobre la cara su aliento de cenizas, le diré que no es necesario morir, porque la vida es un morir continuo.

       Le diré de mi amor por la vida, que me negó la vida, de mi pasión por las formas sensuales del universo, de mi deseo de agua pura, de mi necesidad de sed, sé que en este momento viene por ahí por mí, y aterroriza a los perros ¿Oyes ladrar los perros?

Ya no ladran, aúllan por mí, porque ya no volveré a salir por esta puerta, porque no seré más y ya solo una vez más bajare la escalera.

       Sé que está aquí y que debo dejar que otros digan lo que fueron mis palabras.

Ojalá que digan que fui fuerte como las nubes y débil como las rocas, que fui sombra de varias sombras, que recuerden mi desolado amor y mi tristeza. Que quise estar, estando y amar, amando.

       Que estuve desde el comienzo de los tiempos y que nunca jamás pero nunca jamás renegué de lo mío, que poco a poco fui siendo día a día, pero que ahora vuelvo a lo esencial, que antes que las palabras están las letras que son fragmentos de cada átomo del cerebro y antes de la música está el silencio, que es la forma que toma la eternidad en este sitio, y antes del volumen la áspera materia que hace cada cosa, que me hizo a mí y que hará al resto del mundo hasta el fin de los siglos.

       Llega la hora, como ella viene al asalto, sé que tal vez entrará por la ventana ¡Ah, las ventanas!, con mis plantas de toda la vida y de la imagen de la ciudad y de sus luces.

Ahora le dará paso a ella, la necesaria, la definitiva está ahí, tengo miedo pero, no tengo miedo. Mientras ella saca del fondo de su túnica un nudillo de huesos para golpear el vidrio de la ventana, mientras ella hace con sus mandíbulas una mueca macabra y me indica que debo dejarla entrar, porque está escrito yo entro dentro de mí y me despojo. Me despojo de amores y de recuerdos, de dolores y de lágrimas.

       Me despojo de mí mismo, me dejo aquí, me pongo sobre la mesa, soy esta carta para mi único amor.

Para mi amor verdadero, soy esta desolación esta tristeza, soy este deseo de ir más allá, más allá de comprenderlo todo, soy el único desolado en soledad que fui toda la vida.


Ella está aquí, y yo la abrazo con amorosa desolación… La abrazo y me resigno.



“El señor de las moscas”
Retranscrito por Stalin Salvatierra en el año 2003 -Diario La Hora-

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